Ambos adictos a fingir el peciolo verde, camuflando los deseos bulbosos, rosados,
rojos y oscuros. Intentas cubrir la oscuridad que anhelo tras el brillo de tus océanos.
Insecto embriagado por el proteico mucílago, vuela a la deriva hacia su jugosa
muerte; aquel soy, pagando el costoso coito con la destrucción misma, valía del
sacro manjar.
¡Oh! Arden las vísceras mías, mismas que deshaces en tu jugoso vientre,
provocando mi danza sonriente los tricomas intervalados en 20 instantes, siendo el
detonante dos ósculos llenos de vuestro vasto mucílago.
Tallo retoñal en tu actuar, roseta en el haber; cautivado quedó, genuina.
Desparramandose por las comisuras, la saliva es río de deseo.
¿Quien es la flor, quien el insecto, que el jugo gástrico?
¿No importa? …no, no importa.
Deshazte y a la par deshazme, mucílago pasional en el que forniquen nuestras
enzimas.
Pudorosa liberas esencial aroma, yaciendo embriagado en transe ditirámbico lo
devoró sin aquel sentimiento sofrosine, moriré en esa flor, a mi tiempo.
Cierro mis alas con un viento divino precipitado en la bulbosa superficie, cerrarse los
pétalos eclipsando la luz, sumergido ya en tu jugo, comienza…
vehemente arrebato, ¿donde yaces y donde estoy yo?, que rostros tan gráciles
poseemos para las malditas bestias a las que damos paso, el ardor ha sido tal que
el mucílago ha salpicado todos los jardines, tus tallos asfixiandome y mis alas
estrujandote, tu ahogándome en saliva yo penetrandote con mi aguijón, danzamos
apagando el fuego mismo, mismo que resucita activando de nuevo los tricomas.
Lujuria encarnada y yo un maldito pervertido.
Gula personificada y yo un glotón insaciable.
Ira representada y yo un masoquista excitable.

Phengaris arion y yo una hormiga.

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